¡Hola!
Hace poco más de un mes recibí una llamada de una de mis mejores amigas invitándome a la fiesta de su cincuenta aniversario.
Lo primero que pensé fue: – ¿ella, cincuenta ya? – Lo siguiente e inevitable fueron todas esas imágenes, que como fotogramas de una película iban sucediéndose uno tras otro, recreando una historia cuyo argumento eran todos esos momentos que habíamos compartido durante los treinta años que ya ha cumplido nuestra amistad. Porqué para mí, las amistades, igual que las personas, también cumplen años. Y lo último fue pensar en su regalo.
En ocasiones como esta, se suele optar por hacer un regalo conjunto, si ha habido suerte y alguien ha conseguido averiguar qué le haría ilusión a la persona en cuestión. La experiencia, en este caso, me alejaba de esa opción, y tanto la ocasión como la persona se merecían algo especial.
Me gustan las cosas sencillas pero no por eso menos originales ni auténticas.
Le di muchas vueltas hasta encontrar por fin cuál iba a ser ese regalo que mi amiga iba a recordar y a conservar toda su vida. Me encantaría desvelártelo ahora, pero al igual que ella, vas a tener que esperar.
La idea me pareció muy original y muy personalizada, sólo había un inconveniente: el tiempo. Por más que me esforzase en tenerlo listo para su aniversario no lo iba a conseguir. Los últimos toques no iban a ser cosa mía, y durante el proceso de “realización” iba a necesitar la colaboración de otras personas.
Había tenido una idea genial pero me veía llegando a la fiesta de cumpleaños con las manos vacías. Tenía que hacer algo, buscar una solución, no quería adelantarle nada a mi amiga ni darle ninguna pista, pero … ¿cómo hacerlo? Por suerte, lo de trabajar en equipo siempre da resultado y Guio me sugirió una opción que me pareció muy acertada. Después de tener en mis manos una fotografía nuestra de cuando nos conocimos y leer el texto que había sobre escrito y que decía “Y… cuando llegue la sorpresa diremos: ha valido la pena esperar”, me sentí bien, pero me pareció poco.
Yo tuve dos abuelas de aquellas a las que siempre les preocupaba que los invitados pudieran quedarse con hambre, de aquellas que llenaban los platos hasta que ya no cabía ni un grano más de arroz, y creo que algo de eso heredé, aunque no precisamente con la comida. Seguía dándole vueltas al tema de presentarme en la fiesta sólo con una fotografía y un texto que sí, sugería algo, pero qué.
Me quedaban seis días con un fin de semana por medio que no iba a pasar en casa. Seis días para tener una nueva idea pero esta vez con posibilidades de verla materializada. Seis días en los que tendría que encontrar tiempo, después del trabajo y antes de acostarme.
Ahora que después de casi cinco meses de estar ausente, por fin había vuelto a dedicarle un ratito cada noche a mi red social favorita, Instagram, tendría que decirle de nuevo adiós, aunque sólo fuera temporalmente.
Sí, lo pensé. Pensé que iba a echar de menos todas esas fotografías que compartirían otros instagramers, leer los comentarios que las acompañaban, viajar a través de esas imágenes a lugares que yo no conocía, y de nuevo desaparecer sin decir nada, porqué Instagram, para mí, no es una de esas redes sociales en las que la gente cuenta lo que hace cada cinco minutos, para mí es mucho más. Pero … mi amiga, una de las mejores, se merecía eso y más. Mi amiga vive a tan solo 5 km de mi casa, podría verla todos los días si quisiera (aunque no es el caso), abrazarla siempre que la veo, oler su perfume, leer en sus ojos como se siente, llamarla a cualquier hora sabiendo que va a responder, pedirle el más grande de los favores, hacerla sonreír y también hacerla llorar, emocionarla con mis palabras.
Mi amiga está aquí, a mi lado, tan cerca que … ¿De verdad podía negarle unas horas de mi tiempo para dedicárselo a mi red social favorita y a los amigos que tengo en ella? No, de ninguna manera.
A menudo, es como si olvidásemos quienes son de verdad nuestros amigos, esos con los que hemos compartido años de nuestras vidas, momentos que jamás olvidaremos porque han dejado huella en nosotros para siempre, tardes de lluvia y chocolate caliente, confesiones a media voz, pérdidas irreparables, y así podría seguir. A menudo ignoramos que los amigos de verdad no necesitan verse ni llamarse todos los días, que lo entienden todo, lo perdonan todo y siempre están ahí cuando les necesitamos, sin importar el tiempo que haya pasado. Así que durante esos seis días, mi amiga, la de “toda la vida”, pasó a ser la protagonista de mis ratos de tiempo libre y la responsable de tenerme ocupada con una nueva ilusión.
Mis otros amigos, los de Instagram, algunos de los cuales conozco personalmente, han seguido ahí, con su día a día, con sus idas y venidas (como las mías), con sus historias, sus viajes, sus fotografías, sus paisajes, sus otros seguidores, echándome de menos, pero nunca echándome en cara esas ausencias, al contrario, los auténticos, han estado ahí, preocupándose y haciéndomelo saber.
Hoy te quería contar esta historia para que vieras que en ocasiones nos preocupamos por personas a las que aún no conocemos y nos olvidamos de las que sí tenemos cerca, dándole importancia a cosas que otros ni se paran a pensar y olvidándonos así de esos pequeños detalles del día a día con los que podemos hacer felices a tantas personas.
La fotografía que acompaña a este texto es del regalo que me dio tiempo a hacerle a mi amiga, el otro, cuando esté listo, también te lo enseñaré.
Mi reflexión: sé consciente de quienes son de verdad tus amigos, de quienes te mandan una solicitud de amistad a través de las diferentes redes sociales y te piden que tu también les aceptes como amigos, para luego no hacer ningún comentario a lo que tu publicas, o dejar de seguirte a los pocos días porque se dan cuenta de que les has aceptado ya que era la opción más fácil, pero en realidad no te interesa lo que comparten.
No te olvides nunca de tus amigos y menos de los de verdad, todos los tenemos.
Y si quieres contarme algo o decirme qué te ha parecido lo que acabas de leer, ya sabes que puedes hacerlo cuando quieras, estaré encantada de escucharte.
Un abrazo y hasta pronto.
Susana
4 comentarios
Totalmente de acuerdo con tu reflexión…y sin lugar a duda, un amigo merece tu tiempo…
¡Hola Gema!
Muchas gracias por tu comentario. Me alegra saber que compartes mis pensamientos. Un amigo se merece tanto…
Un abrazo y disfruta de la semana.
Hola Susana, soy Yeyes y se de tu nueva faceta escritora y emprendedora por Silvia de Instagram.
Me gusta mucho tu página y este texto, pienso q los amigos de verdad hay que cuidarlos.
Enhorabuena por tu trabajo y muchos saludos.
Te sigo leyendo!!
¡Hola Yeyes!
Muchas gracias por tu comentario, y aprovecho para darle las gracias a Silvia por correr la voz sobre mi nueva faceta, como tu dices. Esta mujer es un encanto.
Me alegro de que te guste la página y de que compartas opinión sobre lo que representan los amigos de verdad.
He estado un poquito alejada de la escritura, en la web, por un tema que en breve os contaré junto con la publicación de mi próximo post.
Qué ilusión saber que vas a estar por aquí.
Un abrazo y hasta pronto!